5 Poemas cortos, de amor (1)

1. Madrigal  - Gutierrez de Cetina
2. Una noche de verano - Antonio Machado
3. Horas de amor - anónimo
4. Como Diogenes - Emilio Carrere
5. RIMA VI - Gustavo A. Bécquer





Madrigal  - Gutierrez de Cetina

Ojos claros, serenos,

Si de un dulce mirar sois alabados,

¿Por qué, si me miráis, miráis airados?

Si cuanto más piadosos,

Más bellos parecéis a aquel que os mira,

No me miréis con ira,

Porque no parezcáis menos hermosos.

¡Ay tormentos rabiosos!

Ojos claros, serenos,

Ya que así me miráis, miradme al menos.





Una noche de verano - Antonio Machado

Una noche de verano
—estaba abierto el bacón
y la puerta de mi casa—
la muerte en mi casa entró.

Se fue acercando a su lecho
—ni siquiera me miró—,
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.

Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?

La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón.

¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!





Horas de amor - anónimo

¿Te acuerdas? Quise con impulso leve,
sobre tu pecho colocar mi oído
y escuchar el dulcísimo latido
con que tu blando corazón se mueve.

Prendí en mis brazos tus cintura breve
y hundí mi rostro en el caliente nido
de tu seno, que es mármol encendido,
carne de flores y abrasada nieve.

¡Con qué prisa y qué fuerza palpitaba
tu enamorado corazón! Pugnaba
tu talle en tanto; mas con ansia loca,
bajo la nieve el corazón latía,
y en su gallarda rebelión quería
saltar del pecho por besar mi boca.





Como Diogenes - Emilio Carrere

Vi tu cuerpo onduloso, exuberante como un lirio de amor,
acercarse insinuante henchido de pasión y puse así en tus labios
todo el encanto de mis besos sabios.

¡Busco un hombre! - dijiste - busco un hombre
armonioso de cuerpo y alma triste y en el placer hermoso.
Y apasionado yo estreche tu talle buscando solo que tu boca calle.

Pero tu no callaste todavía y trémula de gozo pedías aún
al hombre triste y bello que es, en su espasmo,
te apretaste el cuello.





RIMA VI - Gustavo A. Bécquer

Como la brisa que la sangre orea

sobre el oscuro campo de batalla,

cargada de perfumes y armonías

en el silencio de la noche vaga;

símbolo del dolor y la ternura,

del bardo inglés en el horrible drama,

la dulce Ofelia, la razón perdida

cogiendo flores y cantando pasa.